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La ciudad callada

Estamos heridos. Y como nosotros, también están heridas nuestras ciudades, nuestros pueblos. Hoy he sentido como Barcelona, por un momento, parecía sucumbir a sus heridas. Ha sido a las 12, en Diagonal. En ese instante, todo se paró. La gente salió a la calle, para protestar en silencio por la atrocidad del día anterior, para gritar con una sola voz apagada por todas las víctimas del terrorismo sangriento y sin sentido. Y la ciudad se paró.

Por unos instantes el silencio lo invadió todo. Por unos instantes pareció que la ciudad dejaba de latir, que la sangre dejaba de fluir por sus venas. Por unos instantes Barcelona, a la altura de Diagonal, pareció haberse convertido en una ciudad fantasma, herida de muerte en lo más profundo de su ser, vacía y solitaria. Parecía que la ciudad dejaba de respirar, y que por fin abandonaba este mundo de miserias y mentiras para ir a donde quiera que esté el cielo de las ciudades. Y entonces, en ese momento en que parecía no haber remedio, la multitud estalló en un aplauso emocionado. Y la ciudad volvió a respirar.

Seguimos adelante. Y a los que no les dejaron seguir, los mantendremos vivos en nuestro corazón herido, pero enconadamente vivo y anhelante de paz.