Hace poco escuché una noticia acerca de unos estafadores que actuaban por la zona de Cataluña dedicándose al rip deal (trato podrido). Básicamente la estafa consiste en contactar con gente de dinero (que curiosamente en la mayoría de los casos se trataba de personas relacionadas con el negocio inmobiliario) y proponerles algún tipo de negocio, como comprar algún piso, terreno, etc. Una vez ganada la confianza de la persona se le pedía un favor: que le cambiaran billetes grandes por billetes pequeños, ya que la operación en un banco podía resultar sospechosa. A cambio el estafador le prometía una comisión del 20% en la operación. Una vez hecho el cambio el estafado se daba cuenta de que la mayoría de los sobres tan solo contenían papel y algún que otro billete que era el que se veía a través de las ventanitas transparentes.
La gracia de la transacción es que se suele realizar con dinero negro, con lo que el estafador deja al estafado con el dilema de denunciar la estafa y quedar en evidencia o callarse y perder todo el dinero. Muy hábiles.
Parece ser que a uno de los estafados le ventilaron 600.000€ y 17 kg de oro (si no recuerdo mal). ¿Dónde está el problema de todo esto? Pues que probablemente todo ese dinero estafado haya salido del bolsillo de cada uno de los pobres que estamos pagando una hipoteca con nuestro esfuerzo diario, en un mercado inmobiliario hinchado del que los únicos que sacan provecho son los espabilados que especulan con las viviendas y las vidas de las personas que sólo buscamos un techo en el que vivir y formar nuestras familias.