Anoche vi en Sputnik el documental Some kind of monster, en el que se narra el proceso creativo del por ahora último disco de Metallica, St. Anger. Hubo varias cosas interesantes en el documental, como por ejemplo presenciar el proceso creativo de una banda mítica que pasaba por un momento de crisis, después de la marcha de Newsted y el proceso de desintoxicación de James Hetfield, o el momento en que ofrecen $1.000.000 a Robert Trujillo, el nuevo bajista del grupo, para demostrarle la intención de todos de integrarlo dentro de Metallica como un miembro más del grupo y no como un añadido temporal.
Pero de todo lo que vi en el documental me impactó una cosa: hacia el final, después de que el álbum esté en la calle, y de que haya sido número uno en más de 30 países, podemos ver como el grupo se prepara para dar un concierto en el backstage. Todos se saludan entre sí, y hay un momento en que James Hetfield saluda a un técnico con el puño. Entonces, por un momento, su cara se relaja y durante unos segundos parecen aflorar el nerviosismo contenido y la vulnerabilidad total del artista que entrega su creación al público. La leyenda, después de más de 20 años de carrera, millones de discos vendidos, cientos de conciertos y siete premios Grammy, sigue siendo vulnerable.
Larga vida al rock, y aunque no es uno de mis grupos preferidos, larga vida a Metallica.