Mi calvario empezó hace aproximadamente dos meses y medio, en el momento en que empecé a tener ciertos dolores y molestias. Tras algunos días y gracias a la insistencia de mi mujer me decido a ir a mi médico de cabecera, no sin antes echar un vistazo por Internet. Como la visita me la dan a dos semanas vista, voy de urgencias.
En urgencias me atiende una doctora a la que directamente le digo: “Creo que tengo X”. Ella me examina, descarta X y me dice “No, tienes Y, tienen síntomas parecidos”, dándome un tratamiento para Y y una derivación para el especialista de X e Y. Me voy con la mosca detrás de la oreja, pero al fin y al cabo yo no soy médico, así que comienzo el tratamiento, pero no veo que me haga efecto alguno, así que insisto. Tras dos visitas a mi doctora de cabecera (que en ninguna de las dos visitas se encontraba, por lo que fui atendido por una sustituta) y una visita más a urgencias, lo único que consigo es que me cambien la prioridad para el especialista de normal a preferente sin que nadie me vuelva a examinar o cuestione el diagnóstico inicial.
Mientras tanto a mi mujer le hacen un seguro médico gratuito en su empresa, con la posibilidad de apuntarme yo también con una importante rebaja, así que tras hablarlo, y gracias otra vez a la insistencia de mi mujer, finalmente me apunto. Sin embargo, justo el día en que recibimos las tarjetas y el libro con el cuadro médico me llaman para el especialista de la Seguridad Social, así que decido darles otra oportunidad.
Tras dos meses y medio de espera llego a la consulta del especialista y allí me dicen que me han dado la hora mal, que tengo que volver a pedirla y que no me pueden atender. Tras una hora más de cola finalmente me dan hora para dentro de un mes para el especialista ¡¡¡DE LA PUERTA DE AL LADO!!! Supongo que era demasiado trabajo pasar la historia médica (si la había) de una consulta a la otra.
Ante esta situación me decido a usar los servicios del seguro privado. Llamo al especialista, y me dan hora de un día para otro. Llego a su consulta, le explico la situación y me examina. “Efectivamente, tienes X”, me da un tratamiento, que acabo de empezar y que parece que ya hace algo de efecto.
Conclusión, dos meses y medio de calvario gracias a la ineptitud y lentitud de la Seguridad Social, sin tener ni idea me he autodiagnosticado yo mejor consultando mis síntomas por Internet que tres doctoras en medicina, y tengo una mujer que no me la merezco.