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Te conozco

Te conozco.

Ya has caído antes sobre mí, con tu ira incontenida, con tu odio eterno, rasgando, destrozando, acuchillando, despedazando mi carne con tus obscenas fauces. Ya me has violado y has henchido mi boca con tu simiente hedionda. Ya he visto tus ojos inyectados en sangre clavados sobre mí, proyectando tu rabiosa ansia de sangre fresca. Ya he sentido tus garras hurgando en mis entrañas, revolviendo mis vísceras, con la lascivia de tu sinsentido colérico y demente. Ya has ahogado mi grito, que intentaba escapar a borbotones de mi garganta anegada de sangre y heces.

Sí, te conozco. Eres tú. Eres el que me ha condenado.

Y tu condena ha sido la vida. Tu condena ha sido arrancarme la piel a tiras y dejar que me acaricien en carne viva. Tu condena ha sido lincharme en la plaza del pueblo y vender los despojos al mejor postor. Tu condena ha sido engendrar tu vástago demoníaco dentro de mí, y ver como crecía, como emponzoñaba mi existencia, como se apoderaba de cada fibra de mi ser, y como dominaba mi consciencia sin que me diera cuenta de su existencia.

Te conozco, y ahora sé lo que has hecho. Te conozco, y ahora sé lo que he de hacer.