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¿Qué es la fuerza de voluntad?

Hace poco di con un artículo en el que se afirmaba que la fuerza de voluntad es de lo más ridículo, argumentando que en presencia de la autoestima la fuerza de voluntad no tenía ninguna razón de ser. Creo que el artículo peca de una simplificación total del concepto de fuerza de voluntad, y de un excesivo análisis del tema desde el punto de vista del autor, que parece no tener problemas para realizar acciones que para otros implican una gran fuerza de voluntad.

Curiosamente casi al mismo tiempo Tony Schwartz nos explica por qué no hacemos lo que es mejor para nuestro propio interés, combinando temas tan interesantes como la gratificación inmediata, la neurociencia, la gestión emocional y el budismo. Dentro del artículo se hace hincapié en el hecho de que en la mayoría de los casos nuestra parte animal trabaja en contra nuestra, buscando la gratificación inmediata en las acciones que realizamos a diario.

Y es que no es difícil imaginar cómo, en un entorno de recursos escasos, una especie cazadora y recolectora podría haber llegado a desarrollar instintos basados en una gratificación inmediata en la que por ejemplo el acopio de alimentos en el momento en que estuvieran disponibles aseguraran la supervivencia para momentos posteriores de escasez. Sin embargo desde aquellos tiempos hemos evolucionado, y gracias a nuestro córtex prefrontal somos capaces de evaluar el resultado de nuestras acciones, planificar y luchar contra la gratificación inmediata para convertirla en gratificación diferida.

No soy experto en estos temas, pero tampoco me es difícil imaginar que debe haber individuos donde el impulso de la gratificación inmediata sea mayor que los posibles beneficios derivados de acciones alternativas previstas por su córtex prefrontal, y viceversa (como parece que es el caso del autor del primer artículo). Desde este punto de vista la fuerza de voluntad no sería más que el esfuerzo que un determinado individuo ha de realizar para superar el impulso de la gratificación inmediata para convertirla en gratificación diferida; sería el esfuerzo para realizar unas determinadas acciones que no proporcionan un beneficio inmediato (siempre desde la perspectiva del individuo), a la espera de que dichas acciones provoquen un bien posterior.

Evidentemente la fuerza de voluntad dependerá en buena parte de nuestra herencia genética, del poder de cada una de las áreas de nuestro cerebro a la hora de evaluar y decidir qué acciones realizar en nuestro día a día; y así, lo que para unos requiere de una gran fuerza de voluntad, para otros será algo sencillo de realizar pensando en el beneficio futuro derivado de esas acciones.

La buena noticia es que la herencia genética no es dueña de nuestros actos. Recientemente se viene constatando que lo que se llama la plasticidad neuronal no se pierde a lo largo de toda la vida. Somos capaces de controlar nuestro cerebro, de adaptarlo, de someterlo a nuestros deseos. Pero este control requiere, al igual que el control de cualquier otra parte de nuestro cuerpo, de entrenamiento. Somos capaces de modificar lo que somos, lo que pensamos y lo que deseamos, pero para hacerlo tenemos que entrenar nuestro cerebro. ¿Estás dispuesto a hacerlo, o crees que necesitas una gran dosis de fuerza de voluntad para comenzar?