En mi anterior post (demasiado antiguo, lo reconozco) hablaba de las claves de la felicidad, o al menos introducía el tema. En este segundo post, antes de concluir (por decir algo) el tema quería hacer una puntualización.
En el anterior post mostraba que según los estudios realizados las circunstancias vitales representan tan solo un 10% del nivel de felicidad que percibimos. Aquí me diréis que esto es imposible: por ejemplo, ¿puede un drogadicto vagabundo sin ingresos, hogar o comida asegurada para el día siguiente ser tan feliz como un multimillonario con tres casas mastodónticas y festines diarios de marisco? Evidentemente hay un umbral.
El umbral para el que es válido el porcentaje del 10% es el de la subsistencia básica. Es decir, está demostrado que a partir de que el dinero nos procure un hogar mínimamente decente, un plato de comida caliente cada día y un mínimo razonable de estabilidad no hay una relación directa entre cantidad de dinero y sensación de felicidad.
En resumen, el famoso dicho de ”el dinero no da la felicidad pero ayuda a conseguirla” es totalmente cierto, pero no en el sentido que solemos darle. El sentido correcto es: si el dinero no te proporciona una seguridad básica, probablemente seas infeliz; si el dinero te proporciona esa seguridad básica, no será el dinero el que te dé la felicidad, sino otras cosas. Y da igual el dinero que tengas. Aunque no lo creas, es así.
¿Pero cuáles son esas cosas que nos hacen felices? ¿Cuál es el camino a la felicidad? ¿Podemos aprender a ser felices? Y lo más importante, ¿puedo enseñar a mi hijo a ser feliz?
Más en el próximo post.