A veces me gusta pensar en la vida como en un inmenso mar en el que nos encontramos navegando, arrastrados por la corriente.
Hay una corriente enorme en la que nos encontramos todos sumergidos, y que nos arrastra a todos en una misma dirección. Esa corriente es el mundo que se mueve a nuestro alrededor. Es una corriente caprichosa que nos puede vapulear sin miramientos sin el menor aviso. Es una corriente poderosa, cuya dirección sólo pueden cambiar algunos con tesón, esfuerzo y a veces sangre. Esa corriente nos puede llevar a guerras porque alguien pensó que otro tenía armas de destrucción masiva escondidas, o nos puede llevar a crisis económicas globales porque unos ingenieros financieros pensaron que aún no habían ganado lo suficiente.
Hay otras corrientes que se entrelazan, que juguetean con nosotros en pequeñas ondulaciones, apenas una mar rizada sobre la superficie en incesante movimiento de la corriente global. Esas corrientes son las vicisitudes de nuestras vidas, los pequeños o grandes vaivenes que configuran nuestra existencia. Es dentro de esa corriente en la que podemos intentar dar golpes de timón, gobernar nuestra frágil embarcación para mantenernos en aguas tranquilas y poder llegar a buen puerto.
El año pasado la corriente me arrastró contra las rocas. La embarcación se partió por la mitad y caí al agua. Apenas pude asirme a un tablón, sacar la cabeza del agua y volver a respirar justo antes de ahogarme. En realidad ahora me doy cuenta de que llevaba mucho tiempo dejándome llevar por la corriente, sin fuerzas apenas para empujar el timón y cambiar de rumbo.
Por mi trabajo estoy acostumbrado a analizar problemas, a modelar la realidad, a buscar los elementos que no funcionan en un sistema o en un equipo e intentar anularlos, potenciando los aspectos positivos. Estoy acostumbrado a hackear, tanto aplicaciones como personas. Y no sé por qué, nunca lo había hecho con mi vida.
Durante este último año he leído mucho sobre temas motivacionales y organizacionales para mejorar en mi trabajo y para poder ayudar a otros a mejorar en su trabajo. Dentro de la motivación juega un papel fundamental la felicidad, así que he leído sobre los factores que contribuyen a ser feliz. Gracias a eso me he dado cuenta de que he dejado de hacer muchas cosas que antes hacía, o que hubiera querido hacer, y que estaban dentro de esos factores. Y eso ha hecho que me abandonaran las fuerzas para poder encauzar el rumbo.
Así que parece que ha llegado la hora de reprogramar mi mente y mi cuerpo, de rechazar los malos hábitos adquiridos e intentar adquirir o readquirir las conductas que me lleven a poder controlar el rumbo de mi vida. Y tengo que hacerlo en varios sentidos. Tengo que volver a controlar las pequeñas cosas; tengo que liberar mi mente para poder preguntarme hacia donde quiero dirigirme; tengo que enfocar mis energías y multiplicar mi productividad, tanto personalmente como laboralmente; tengo que fortalecer mi cuerpo y mi mente para poder enfrentarme a los retos a los que me quiero enfrentar.
Ha llegado la hora de hackear mi propia vida.