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Y la naturaleza se tiró un pedo

En estos días ando recuperando mi blog personal, poniéndolo mono para volver a escribir, y convertirlo en testigo de mis andanzas literarias. Repasando los artículos antiguos leí uno del 2007 en el que durante una visita al zoo de Barcelona constataba que el animal que más asco me daba de todos los que había en el zoo era el hombre. Acababa aquel artículo afirmando que el día menos pensando la naturaleza acabaría tirándose un pedo y nos volvería a poner en el sitio que nos correspondía.

No sé si ese día ha llegado, pero desde luego esto del COVID-19 parece un importante toque de atención. No sé si después de esto cambiaremos como especie o como sociedad, pero lo que está claro es que Bill Gates tenía razón cuando ya en el 2015 predijo que el mayor riesgo de una catátrofe global en el futuro próximo no sería una bomba nuclear, sino un virus.

Estamos cambiando el planeta. Estamos descongelando los polos. Estamos derritiendo el permafrost. Nos estamos arriesgando a liberar organismos que pueden llevar eras separados del hombre. Vivimos en un delicado equilibrio que puede verse roto en el momento más inesperado. Y no sería la primera vez en la historia del hombre en el que la introducción de un patógeno desconocido diezma la población. Por ejemplo, cada vez parece más claro que el colapso de la población indígena de América tras la llegada de los europeos tuvo más que ver con las epidemias de viruela y sarampión que los colonizadores traían consigo, que con una campaña de exterminio sistemático. Se estima que en aquella ocasión murió el 95% de la población en los primeros 130 años después de la llegada de Colón. Esperemos que esto no sea el año 1 tras la llegada del COVID-19.